domingo, marzo 23, 2025

Reflexiones de una Tarde en la Galería de los Pozos: Memorias, Naturaleza y Encuentros

En la casa de Los Pozos, Anta. 

Son aproximadamente las seis de la tarde y me encuentro en la galería de Los Pozos, disfrutando de una Pepsi que sobró del almuerzo que compartí con gente nueva y agradable. El cielo está nublado, el viento sopla con fuerza y presagia tormentas del sur, esas que tanto preocupaban a mi abuela Flora.


Aquí estoy, en esta galería que ha sido testigo de cien años de historia y transformación, con esta Pepsi sobre la misma mesa que mis tatarabuelos usaban para reunirse, quizás con una copa de vino o una cerveza en mano. Esa imagen permanece vívida en mi memoria, un recordatorio del legado de los hombres que habitaron esta tierra.

Hoy, como cada mañana, me levanté temprano, alrededor de las cinco y media o seis, siguiendo mi ritmo natural de tranquilidad y reflexión. Preparé café y me dediqué a escribir, a dar forma al documento para la marcha de la memoria de mañana, al cumplirse 49 años de aquel trágico día en que se llevaron a mi abuelo. Un proceso que aún estoy cerrando, en paralelo al duelo por la muerte de mi padre hace cuatro años. Y aquí me encuentro, en esta casa, en una búsqueda constante de mí mismo.

La luz del día se abrió paso con el café de la mañana, primero tenue, luego opacada por la bruma. La lluvia que amenazaba se disipó, postergándose hasta esta tarde que también promete agua. Este ciclo de espera y calma define el ritmo de este lugar.

Paragüitas no podrá continuar con la tarea de cortar los quebrachos, un proyecto que después de cuatro años comienza a materializarse en la construcción de mi cabaña. Hoy, la siento casi tangible en mi mente, con cada paso claro y definido, ubicado en su contexto.

Alrededor de las once, salí con mis perros a recorrer la senda del Mollar, una extensión de mis venas proyectada en esa forma casi circular que he logrado trazar en uno de los cuatro cuartos del terreno. Un recorrido entre árboles que siento como las venas de un organismo inmenso, que me une a mi padre y a mi abuelo. El viento, como en los tres años anteriores, ha hecho estragos, derribando árboles sobre las sendas. Precisamente junto a los árboles que habíamos cortado para obtener esos cebiles y quebrachos. Es entonces cuando percibo cómo me fusiono con el monte, cómo el monte me habla.

El viento entra y limpia los claros que abrimos. Imagino que la naturaleza encontrará la forma de cerrarlos nuevamente, si mi intrusión no es demasiado intensa. Mis dos perros y yo caminamos por esas sendas en medio del barro, resultado del arrastre de los quebrachos que lavó el humus de los senderos, impidiendo que el agua escurra como lo hace a los costados. Es el primer impacto que registro, la huella de la apertura de las sendas y los claros dejados por los árboles caídos, sumado a la acción del viento. Pero todo esto lo iré resolviendo y adaptando cuando ya esté viviendo aquí, cuando pueda devolverle al monte lo que el monte me dará a mí para construir esas cabañas y para conectarme con los espíritus que siento habitar este lugar. Esta mañana, entre la bruma, sentí a esos espíritus revolotear, fantásticos y alegres en la humedad del ambiente.

Al regresar del Mollar, después de cerrar el candado que me pidió Rana, los perros subieron al auto, llenos de barro. Pero esa cercanía con ellos es algo que disfruto profundamente, la suciedad del auto es lo de menos. De regreso, se me antojó conocer y almorzar en el comedor improvisado de la familia Villalba, quienes cuidan y trabajan la finca que perteneció a un amigo de mi padre, el ex juez Ibáñez. Encargué unas empanadas y me enteré de que estaban preparando humitas a la olla. Les dije que iría hasta Los Pozos a dejar a los perros y que regresaría en media hora, como efectivamente sucedió. Allí me encontré con un grupo de gente muy agradable, cálida y receptiva. Probé tres de las seis empanadas (las otras tres me las llevé, porque eran del doble del tamaño de las de la ciudad), y me insistieron en que me llevara también una Pepsi. Me encantó su gesto de austeridad y aprovechamiento de las cosas. Alcancé a distinguir a cuatro varones: un señor de visita, que vive con alguien que forma parte de la historia de esta tierra (aunque no recuerdo su nombre); un peón rural que trabaja en una procesadora de granos en Metán; un hombre muy conversador y abierto, que estaba allí con su esposa, quien me atendió amablemente; y un amigo de la familia Villalba, dueño de un Peugeot 207, con quien conversé largo rato.

También recuerdo a la dueña de casa, una mujer robusta que cocinaba y observaba en silencio, con una presencia notable. Y finalmente, un joven muy apuesto me preguntó si el amigo que yo conocía en Joaquín V. González y que tenía caballos de carrera era Mauro Oggi. Ese dato estableció un puente entre nosotros, una suerte de identidad reconocida. Este joven, el más atractivo de todos, estaba allí con su joven esposa. Al parecer, trabaja con los Villalba y le gustan las carreras de caballos.

Gran parte de la conversación giró en torno a las carreras de caballos, buscando puntos en común que nos unieran. Este muchacho de Quebrachal, que frecuenta las carreras en Las Lajitas, me mostró un video de las carreras y me invitó a visitarlo un fin de semana. Creo que descubrí en él a una persona interesante, por su edad, su actitud y sus características, con quien me gustaría establecer vínculos laborales y de amistad. El almuerzo en lo de los Villalba me costó 9,000 pesos, y dejé 10. Me pareció un precio excelente, considerando la media docena de empanadas, la Pepsi y la porción de humita en olla que me convidaron.

De regreso, dormí una siesta reparadora. Estaba muy cansado después de caminar unos seis kilómetros, calculo, con la botella de agua que me regalaron cuando fui a recorrer la finca de los Miy, que van a vender o que ya habrán vendido. Luego ordené mis cosas y las subí al auto para estar listo para partir. Ahora trabajaré un poco en la computadora, organizando el documento de la marcha. Lo enviaré y, al caer la noche, partiré hacia Salta para pasar la noche allí. Mañana a las diez de la mañana estaré en la Plaza 9 de Julio, para conmemorar lo que nunca más queremos que suceda: el atropello de las clases oligárquicas sobre las clases populares. Mi anhelo es un mundo donde todos tengamos cabida, y donde yo pueda integrarme a este mundo de Los Pozos y del Mollar.

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