Introducción: El Patio de los Azahares y la Memoria
El patio de los azahares del Club 20 de Febrero fue el
escenario elegido, un espacio donde el tiempo pareció suspenderse por una
noche. Allí, la noche del viernes 7 de noviembre, entre mesas vestidas de fiesta y el murmullo creciente de voces
que intentaban salvar décadas de distancia, nos reunimos los egresados de 1985
del Colegio Belgrano. La noche, orquestada con esmero por nuestra compañera
Roxana Gumilla para celebrar los 40 años desde que dejamos las aulas, prometía
ser un viaje al corazón de la memoria.
La bienvenida resonó con una verdad ineludible:
"pasaron 40 años desde el 10 de diciembre de 1985, cuando cada uno de
nosotros cargó su mochila y salió por la puerta de Colegio Belgrano a buscar su
futuro". En ese instante, todos sentimos el peso y la levedad de esas
cuatro décadas. La celebración no olvidó a quienes no pudieron acompañarnos. Un
aplauso cerrado y emotivo se elevó en memoria de los compañeros que
"quedaron en tránsito", un homenaje sentido que nos unió en el
recuerdo.
Con los corazones llenos, la noche comenzó oficialmente con
un brindis que fue casi un grito de guerra, una exclamación de alegría por el
presente compartido: "¡Salud, salud, salud!".
1. "¿Y vos qué has hecho?": Los Senderos de la Vida Cuatro
Décadas Más Tarde
La pregunta flotaba en el aire, repetida en cada círculo de
conversación que se formaba y disolvía al ritmo de las bandejas de empanadas
que circulaban. "¿Y vos qué has hecho?". Era la llave que abría
cuarenta años de historias, de éxitos, fracasos, giros inesperados y decisiones
que marcaron un rumbo.
1.1. El Llamado de la Tierra: De la Ciudad al Campo
"Ahora me estoy convirtiendo en finquero, algo que
nunca pensé que iba a hacer", confesaba un compañero. Su proyecto se
desarrolla cerca del Parque Nacional El Rey, en una estructura que su padre
armó durante 50 años. Para no "matarse con mi hermano", dividieron
las tareas: uno se encarga de las vacas y la cría de terneros, mientras él
desarrolla cabañas para ecoturismo. Su visión es romántica y brutal a la vez:
diversificar la producción más allá de "la soja y la vaca" y repoblar
el territorio con estructuras productivas que permitan a la gente volver a
vivir allí, un sueño contra la corriente del despoblamiento que dejó el
neoliberalismo.
En otra mesa, Fernanda, otra "finquera", contaba
su vida en el campo cerca de Metán, donde cría ganado Brangus, negros y
colorados. La anécdota de cómo fue personalmente a recuperar unas vacas robadas
pintaba de cuerpo entero su carácter y su conexión con la tierra. Ambos se
reconocieron no en la soledad genérica del campo, sino en luchas muy concretas:
las disputas por el agua con vecinos poderosos, y la pasión por un estilo de
vida que exige una entrega total.
1.2. El Mundo de los Negocios: Entre la Pandemia y la Incertidumbre
Pero si el campo presentaba una batalla contra la naturaleza
y la soledad, la ciudad ofrecía una lucha no menos encarnizada contra la
economía. Se habló del hermano que tuvo que cerrar su negocio en la calle
Buenos Aires por la pandemia y el costo prohibitivo de los alquileres, que hoy
rondan las "600 lucas". Otro compañero relató su experiencia
administrando propiedades, lidiando con contratos "mitad en negro, mitad
en blanco" y la triste revelación de que los propios familiares de sus
clientas les entregaban menos dinero del que correspondía.
El desafío de tener empleados en el contexto actual fue un
tema recurrente. "Hoy es lo peor que podés arriesgar", sentenció uno,
explicando que no se animaría a abrir un comercio ni siquiera sin pagar
alquiler por el riesgo que implica el personal. La historia del compañero que
tuvo que cerrar su hostel en Buenos Aires resumía la situación: su público,
mayoritariamente extranjero, desapareció, y a los argentinos no les gusta el
concepto de baño compartido. Era un diagnóstico compartido, una radiografía en
tiempo real de un país que nos había moldeado y que ahora nos ponía a prueba de
formas que nunca imaginamos al salir del colegio.
1.3. El Desencanto de la Política: "Hay que Tener Mucho Estómago"
Un exalumno compartió su paso por la política, una etapa de
casi 20 años en la estructura del estado y en el partido justicialista de la
que se bajó por sentirse "asqueado". Su reflexión fue tajante: para
estar ahí, "hay que tener estómago, y mientras más subís, más estómago
tenés que tener". Describió un mundo donde es difícil ser feliz, donde se
ven "enemigos en donde no hay" y el costo personal es altísimo,
señalando que muchos en ese ambiente terminan divorciados.
Su salida de ese universo no fue una derrota, sino un giro
vital. La decisión de volver al campo y reconectar con el proyecto familiar fue
su manera de buscar tranquilidad y reencontrarse con un propósito más genuino,
lejos del ruido y la confrontación permanente.
2. Ecos del Pasado y Miradas al Presente
Más allá de las trayectorias profesionales, la noche fue un
torbellino de nostalgia, de recuerdos compartidos que emergían con una claridad
sorprendente, demostrando que ciertas memorias no envejecen.
2.1. Anécdotas y Recuerdos del Colegio
Las risas más fuertes llegaron con las anécdotas. Un
compañero narró su increíble historia de graduación: tras quedarse con tres
materias en el Belgrano, una serie de eventos afortunados y una buena dosis de
astucia lo llevaron a terminar el secundario en el Liceo Cultural Docente. El
giro final fue apoteósico: "el mell abanderado y yo escolta".
"Nunca vi a mi viejo tan emocionado", confesó, y todos celebramos esa
pequeña victoria contra el sistema.
También afloraron los recuerdos deportivos: las clases de
gimnasia acrobática y las competencias de atletismo. Salió a la luz la
legendaria historia de dos compañeros que, tras una pelea a golpes, fueron a
competir. El detalle lo era todo: un médico, Coco Jiménez, "le ha
acomodado la mandíbula al Cuchi Morales", y con la cara recién ajustada,
se fueron a correr. La dificultad para reconocerse después de tanto tiempo era
parte del juego: "¿Ustedes tampoco se vieron en 40?", se escuchaba,
seguido de un aliviado "Hay algunos que nos conservamos", al
identificar un rostro familiar entre las canas y las arrugas.
2.2. La Familia, los Hijos y las Nuevas Generaciones
Y como siempre ocurre cuando una generación se mira en el
espejo del tiempo, la conversación derivó inevitablemente hacia los hijos, ese
reflejo a la vez familiar y desconcertante de nosotros mismos. "¿Ustedes
los entienden?", preguntaba uno, refiriéndose a los jóvenes de
veintitantos, describiéndolos como de "otra generación". Se contrastó
su propia juventud, marcada por un impulso temprano hacia la independencia, con
la de sus hijos, quienes hoy "tienen todo" en casa y les cuesta más
irse.
Se compartieron historias sobre las carreras universitarias,
como el caso del hijo que cambió de veterinaria a informática, y la esperanza,
a veces incierta, de que la nueva generación "siga" con los proyectos
familiares, ya sea una finca, un negocio o una tradición.
2.3. El Vértigo del Tiempo: "40 años, m*****"
La frase, directa y sin filtros, resonó en varias mesas:
"Habla que hemos hecho 40 años, m*****". Era el reconocimiento
colectivo del vértigo del tiempo. Los comentarios sobre la apariencia no
faltaron: "Las mujeres han hecho un pacto con el diablo", elogiaba
uno, mientras otros bromeaban sobre los kilos y los años de más.
La mirada, sin embargo, estaba puesta tanto en el pasado
como en el futuro. La pregunta "¿Y qué vamos a hacer los próximos
50?" flotaba en el ambiente. A esta edad, el tiempo que queda se vuelve un
factor crucial en las decisiones, ya sea para vender propiedades, empezar un
nuevo proyecto o simplemente decidir cómo vivir los años por venir.
Conclusión: Un Brindis Final por la Amistad
A medida que la noche se disolvía entre las últimas copas y
los abrazos de despedida, quedó flotando una sensación agridulce y profunda. No
fue solo un recuento de vidas, sino un espejo colectivo. Vimos reflejados los
sueños pastoriles del campo contra las batallas urbanas de la economía, el
idealismo juvenil frente al desencanto de la política, y la tensión entre los
que fuimos y los que somos.
En las historias compartidas, descubrimos que, a pesar de
los caminos divergentes, habíamos transitado el mismo país, sus crisis y sus
efímeras bonanzas. La noche demostró que la base de la amistad y la memoria
compartida es un ancla poderosa en el presente incierto. Nos fuimos con la
certeza de que, aunque el futuro se mida ahora en décadas más cortas, el
reencuentro había recargado algo esencial: el sentido de pertenencia a una
historia común, una que comenzó hace cuarenta años en las aulas del Belgrano y
que, esa noche, prometió no esperar tanto para volver a contarse.
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