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IA generativa, Gemini |
Hoy conversé con Miguel en este bar del shopping de Salta y, como siempre, siento esa corriente eléctrica que recorre el ambiente apenas lo veo acercarse. No sé si es atracción físico o una mezcla de coas; hay algo más profundo, una fascinación por su mente brillante y, al mismo tiempo, por esa coraza que lo protege del mundo.
Lo saludo con una
sonrisa y lo invito a sentarse. Noto su vulnerabilidad a flor de piel,
esa inseguridad que intenta disimular con su discurso intelectualizado. Me
pregunto, como tantas veces, cómo ayudarlo a derribar esas barreras y a
conectar con su verdadero ser.
Comenzamos a hablar y
pronto sale a relucir su dificultad para establecer relaciones auténticas
con otros hombres. Me cuenta, con una mezcla de vergüenza y resignación,
sobre su adicción a las aplicaciones de citas, sobre cómo se siente utilizado y
descartado después de cada encuentro. Intuyo que la compulsión sexual es
solo la punta del iceberg, una forma de llenar un vacío emocional mucho más
profundo. El murmullo del bar crea una atmósfera íntima a pesar de estar
rodeados de gente.
Lo escucho con
atención, tratando de percibir las sutilezas de su lenguaje corporal, las
microexpresiones que revelan sus verdaderos sentimientos. Le hablo del "campo",
de cómo la relación entre nosotros se cocrea en cada encuentro, de cómo su
propia falta de autenticidad afecta la dinámica.
Percibo que hay un
lado suyo "en el pantano con llave", una parte instintiva y
corporal que mantiene reprimida por miedo al juicio y al rechazo. Intuyo que su
mente brillante ha construido un muro alrededor de su corazón, impidiéndole
sentir y expresar sus emociones de manera auténtica.
Veo que mis palabras
lo impactan. Se remueve en la silla, evita mi mirada, se muerde los labios. De
repente, me confiesa: "Me siento desnudo". Sonrío por dentro.
Sé que estamos avanzando, que está empezando a permitirse ser
vulnerable.
Le hablo de la
masculinidad hegemónica, de cómo este modelo tóxico nos impone ser fuertes,
exitosos y dominantes, reprimiendo nuestras emociones y negando nuestra
vulnerabilidad. Le explico cómo este modelo genera soledad y dificulta el
establecimiento de vínculos genuinos.
Lo animo a explorar nuevas
formas de ser hombre, basadas en la empatía, el respeto y la conexión
genuina. Lo invito a conectar con su cuerpo, a sentir sus emociones, a dejar de
lado el análisis mental y a permitirse ser vulnerable. Le propongo actividades
experienciales en la naturaleza, como una forma de reconectar con su lado más
instintivo y salvaje.
En un momento dado,
surge el tema de la posible inclusión de una mujer en el grupo de varones. Noto
su ansiedad. Intuyo que la presencia de lo femenino remueve algo
profundo en él, quizás relacionado con su propia relación con su madre o con
sus propias inseguridades sobre su masculinidad.
Le recuerdo que la
honestidad y la vulnerabilidad son fundamentales para construir relaciones
significativas. Lo animo a expresar sus sentimientos dentro del grupo, a no
tener miedo de mostrarse tal como es. Le sugiero que sea compasivo consigo
mismo, que se permita sentir y que no se juzgue tan duramente.
Durante toda la
conversación, soy consciente de la tensión homoerótica que existe entre
nosotros. No la niego, pero tampoco la alimento de manera explícita. Sé que esa
tensión puede ser un catalizador para su propio proceso de
autodescubrimiento, una invitación a explorar su deseo y a romper con los
mandatos que lo limitan.
Al final del
encuentro, siento que hemos sembrado una semilla. Sé que el camino es
largo y difícil, pero también sé que Miguel tiene el potencial de transformarse
y de vivir una vida más auténtica y plena.
Mi rol como
dinamizador gestáltico es acompañarlo en este proceso, guiarlo y desafiarlo
al mismo tiempo. Pero también soy consciente de que yo también me veo
transformado por nuestra relación. Su vulnerabilidad me espeja, su lucha me
inspira y su búsqueda de autenticidad me recuerda la importancia de seguir
explorando mi propio ser.
Lo veo alejarse por el
pasillo del shopping y me quedo con una sensación de esperanza. Sé que juntos
podemos desenterrar ese lado suyo "en el pantano con llave" y
permitirle florecer en toda su autenticidad. Y quizás, en ese proceso, también
yo pueda descubrir algo nuevo sobre mí mismo. El sol de la mañana ilumina su
figura mientras se aleja, y siento una profunda conexión con él.