latidos que se funden, padre e hija,
Ungüentos de amor, mezcla sagrada,
En cada rostro, un espejo fraterno,
El carnaval, crisol de emociones,
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IA generativa, Gemini |
Lo saludo con una
sonrisa y lo invito a sentarse. Noto su vulnerabilidad a flor de piel,
esa inseguridad que intenta disimular con su discurso intelectualizado. Me
pregunto, como tantas veces, cómo ayudarlo a derribar esas barreras y a
conectar con su verdadero ser.
Comenzamos a hablar y
pronto sale a relucir su dificultad para establecer relaciones auténticas
con otros hombres. Me cuenta, con una mezcla de vergüenza y resignación,
sobre su adicción a las aplicaciones de citas, sobre cómo se siente utilizado y
descartado después de cada encuentro. Intuyo que la compulsión sexual es
solo la punta del iceberg, una forma de llenar un vacío emocional mucho más
profundo. El murmullo del bar crea una atmósfera íntima a pesar de estar
rodeados de gente.
Lo escucho con
atención, tratando de percibir las sutilezas de su lenguaje corporal, las
microexpresiones que revelan sus verdaderos sentimientos. Le hablo del "campo",
de cómo la relación entre nosotros se cocrea en cada encuentro, de cómo su
propia falta de autenticidad afecta la dinámica.
Percibo que hay un
lado suyo "en el pantano con llave", una parte instintiva y
corporal que mantiene reprimida por miedo al juicio y al rechazo. Intuyo que su
mente brillante ha construido un muro alrededor de su corazón, impidiéndole
sentir y expresar sus emociones de manera auténtica.
Veo que mis palabras
lo impactan. Se remueve en la silla, evita mi mirada, se muerde los labios. De
repente, me confiesa: "Me siento desnudo". Sonrío por dentro.
Sé que estamos avanzando, que está empezando a permitirse ser
vulnerable.
Le hablo de la
masculinidad hegemónica, de cómo este modelo tóxico nos impone ser fuertes,
exitosos y dominantes, reprimiendo nuestras emociones y negando nuestra
vulnerabilidad. Le explico cómo este modelo genera soledad y dificulta el
establecimiento de vínculos genuinos.
Lo animo a explorar nuevas
formas de ser hombre, basadas en la empatía, el respeto y la conexión
genuina. Lo invito a conectar con su cuerpo, a sentir sus emociones, a dejar de
lado el análisis mental y a permitirse ser vulnerable. Le propongo actividades
experienciales en la naturaleza, como una forma de reconectar con su lado más
instintivo y salvaje.
En un momento dado,
surge el tema de la posible inclusión de una mujer en el grupo de varones. Noto
su ansiedad. Intuyo que la presencia de lo femenino remueve algo
profundo en él, quizás relacionado con su propia relación con su madre o con
sus propias inseguridades sobre su masculinidad.
Le recuerdo que la
honestidad y la vulnerabilidad son fundamentales para construir relaciones
significativas. Lo animo a expresar sus sentimientos dentro del grupo, a no
tener miedo de mostrarse tal como es. Le sugiero que sea compasivo consigo
mismo, que se permita sentir y que no se juzgue tan duramente.
Durante toda la
conversación, soy consciente de la tensión homoerótica que existe entre
nosotros. No la niego, pero tampoco la alimento de manera explícita. Sé que esa
tensión puede ser un catalizador para su propio proceso de
autodescubrimiento, una invitación a explorar su deseo y a romper con los
mandatos que lo limitan.
Al final del
encuentro, siento que hemos sembrado una semilla. Sé que el camino es
largo y difícil, pero también sé que Miguel tiene el potencial de transformarse
y de vivir una vida más auténtica y plena.
Mi rol como
dinamizador gestáltico es acompañarlo en este proceso, guiarlo y desafiarlo
al mismo tiempo. Pero también soy consciente de que yo también me veo
transformado por nuestra relación. Su vulnerabilidad me espeja, su lucha me
inspira y su búsqueda de autenticidad me recuerda la importancia de seguir
explorando mi propio ser.
Lo veo alejarse por el
pasillo del shopping y me quedo con una sensación de esperanza. Sé que juntos
podemos desenterrar ese lado suyo "en el pantano con llave" y
permitirle florecer en toda su autenticidad. Y quizás, en ese proceso, también
yo pueda descubrir algo nuevo sobre mí mismo. El sol de la mañana ilumina su
figura mientras se aleja, y siento una profunda conexión con él.
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Producida con IA, Gemini |
"¿Cómo estás,
Miguel?", pregunta, y la simpleza de la pregunta me desarma. ¿Cómo estoy?
Atrapado, diría. Atrapado en este cuerpo que a veces siento ajeno, en esta
mente que analiza y teoriza sin cesar, en este deseo que me quema por dentro y
que me aterra expresar.
Comenzamos a hablar, y
pronto sale a relucir el tema recurrente: mi dificultad para conectar con
otros hombres. Le cuento, una vez más, sobre mi compulsión sexual, sobre
cómo Tinder y Grinder se han convertido en jaulas virtuales donde busco
desesperadamente una conexión que nunca llega. "Es como una droga",
le digo, "una droga que me deja vacío y solo". El bullicio del
shopping contrasta con la intimidad de nuestra conversación.
Fran asiente, con esa
mirada que parece leer mis pensamientos más ocultos. Me habla del "campo",
de cómo la relación entre nosotros se construye en cada encuentro, de cómo mi
propia falta de autenticidad impide que ese campo se complete. Me dice que
percibe un lado mío "en el pantano con llave", una parte instintiva y
corporal que mantengo reprimida por miedo y vergüenza.
Sus palabras me
golpean como un mazazo. Siento que me desnuda, que ve a través de todas mis
máscaras y defensas. "Me siento desnudo", le confieso, y él me
responde con una sonrisa tranquilizadora. "Es bueno que te sientas
así", me dice. "Significa que estamos creando un espacio de
autenticidad". El aroma a café recién hecho me reconforta un poco.
Hablamos también de la
masculinidad, de cómo el modelo tradicional nos impone ser fuertes,
exitosos y dominantes, reprimiendo nuestras emociones y negando nuestra
vulnerabilidad. Le cuento sobre mis estudios, sobre cómo he llegado a la
conclusión de que este modelo es tóxico y dañino, pero me confieso incapaz de
romper con él por completo. "Es como si tuviera el chip implantado",
le digo.
Fran me anima a
explorar nuevas formas de ser hombre, basadas en la empatía, el respeto
y la conexión genuina. Me invita a conectar con mi cuerpo, a sentir mis
emociones, a dejar de lado el análisis mental y a permitirme ser vulnerable. Me
propone actividades experienciales en la naturaleza, como una forma de
reconectar con mi lado más instintivo y salvaje. "Sal de tu cueva,
Miguel", me dice. "Despliega tu humanidad". Miro a través del
ventanal del bar y veo la gente pasar, cada uno inmerso en su propio mundo.
En un momento dado,
surge el tema de la posible inclusión de una mujer en el grupo de varones.
Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo. La idea me genera ansiedad y temor.
Temo que la dinámica del grupo cambie, que mis compañeros me juzguen, que yo
quede al margen. Le confieso mis miedos a Fran, y él me escucha con paciencia y
comprensión.
Me recuerda que la
honestidad y la vulnerabilidad son fundamentales para construir relaciones
significativas. Me anima a expresar mis sentimientos dentro del grupo, a no
tener miedo de mostrarme tal como soy. "No te juzgues tan duramente,
Miguel", me dice. "Sé compasivo contigo mismo".
La conversación fluye,
y siento que algo se mueve dentro de mí. No sé exactamente qué es, pero es como
si una capa de hielo se estuviera derritiendo, permitiendo que la luz entre en
un espacio oscuro y olvidado. La tensión homoerótica sigue presente,
pero ya no me asusta tanto. Empiezo a verla como una posibilidad, como una
invitación a explorar un territorio desconocido y excitante.
Al final del
encuentro, me siento exhausto pero también renovado. Sé que el camino es largo
y difícil, pero también sé que no estoy solo. Tengo a Fran, con su mirada
penetrante y su sabiduría gestáltica, y tengo la certeza de que, juntos,
podemos desenterrar ese lado mío "en el pantano con llave" y
permitirle florecer en toda su autenticidad.
Salgo del bar con la
sensación de haber dado un pequeño paso hacia la libertad. Todavía me queda
mucho por explorar, mucho por sentir, mucho por descubrir. Pero hoy, por
primera vez en mucho tiempo, me siento un poco más cerca de mí mismo. El
sol de Salta brilla intensamente al salir del shopping.
Dimensiones de análisis:
"Al sufrimiento hay que tratarlo con mano de enfermera... para nunca aumentarlo cuando tratamos de aliviarlo." Esta frase de Carlos G. Vallés nos invita a abordar el sufrimiento con delicadeza y cuidado, evitando juicios o interpretaciones que puedan agravarlo. La imagen de la enfermera sugiere una actitud de acompañamiento y contención, buscando el alivio sin añadir más carga emocional.
"Hay sufrimientos y sufrimientos... Lo que sucede es importante, pero la manera como reaccionamos ante ello es más importante aún." Esta cita reconoce la diversidad de experiencias de sufrimiento, algunas inevitables y otras evitables. Sin embargo, enfatiza que la clave está en nuestra actitud y respuesta ante el sufrimiento, ya que podemos elegir cómo interpretarlo y afrontarlo.
"Los dioses dejaron en manos de los hombres la manera como éstos escojan responder a las circunstancias de la vida..." Esta frase de Epicteto nos recuerda que tenemos libre albedrío para elegir cómo enfrentar las adversidades. Si bien no podemos controlar las circunstancias externas, sí podemos decidir nuestra actitud y acciones en respuesta a ellas.
"Lo que afecta a los hombres no son los hechos sino sus opiniones acerca de los hechos." Esta idea central del estoicismo nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras interpretaciones y juicios sobre los eventos influyen en nuestro bienestar emocional. Al cambiar nuestra perspectiva, podemos transformar nuestra experiencia del sufrimiento.
"Estás solo: si lo llamas 'soledad' sufres; si lo llamas 'tranquilidad', disfrutas." Este ejemplo de Epicteto ilustra cómo nuestra mente puede convertir una misma situación en una fuente de sufrimiento o de bienestar, dependiendo de cómo la interpretemos. La clave está en elegir una perspectiva que nos permita vivir en paz con nosotros mismos y con el mundo.
"Esa es la varita de Hermes... tráeme lo que quieras, y el toque de esa varita del recto entender le quitará su asperidad." Epicteto utiliza la metáfora de la varita de Hermes para referirse a la capacidad de la razón y la virtud para transformar cualquier adversidad en una oportunidad de crecimiento y aprendizaje. Al aceptar y abrazar lo que no podemos cambiar, encontramos la paz interior.
"Un hombre se presentó a Epicteto y le preguntó: '¿Cómo conseguir que mi hermano no se enfade conmigo y me regañe?'... Educarse es aprender a distinguir las cosas que están en nuestro poder y las que no lo están." Esta anécdota de Epicteto nos enseña a enfocarnos en lo que podemos controlar: nuestra propia actitud y acciones. Al dejar de lado el deseo de cambiar a los demás, encontramos la libertad y la paz interior.
Sobre la Identidad de Epicteto:
Lo que me produce Epicteto:
La historia de Epicteto es un testimonio de la capacidad del espíritu humano para trascender las circunstancias adversas. A pesar de haber nacido esclavo, supo cultivar la sabiduría y la virtud, convirtiéndose en un referente filosófico que inspiró a personas de todas las condiciones sociales. Su legado nos recuerda que la verdadera libertad reside en el dominio de uno mismo y en la aceptación de lo que no podemos controlar.
Acceso a la casa de David |
La sesión
En esta sesión, Fernando le comenta a David que quiere pedirle varias cosas en relación a sus sesiones de psicoanálisis.
Los puntos principales del diálogo son:
Fernando asocia la perversión con los hombres que alcanzan altos niveles de poder político. Durante la conversación, Fernando y David discuten esta idea:
Fernando parece usar el término "perverso" para describir a individuos que, en su búsqueda y ejercicio del poder, manipulan y dañan a otros. Esta visión está ligada a su propio deseo de evitar la manipulación en sus interacciones y proyectos comunitarios.