miércoles, mayo 28, 2025

Ecos del Campo: Un Viaje a la Infancia y la Diversidad que Florece



La conversación entre Virgi y Fernando, que se despliega en un intercambio de mensajes bajo la inmensidad de un cielo estrellado y la lejanía de la ciudad, teje un tapiz de recuerdos compartidos. Desde las fincas de su infancia, donde la naturaleza imponía su ritmo y sus lecciones, ambos evocan con nostalgia y, a veces, con un toque de humor, las vivencias que los forjaron. A pesar de las diferencias socioeconómicas que Virgi señala con una agudeza jocosa, sus infancias en el campo, rodeados de animales y labores rurales, revelan similitudes sorprendentes y un profundo impacto en quienes son hoy.


Su diálogo es una poderosa reflexión sobre la infancia, la memoria y la forma en que las experiencias tempranas moldean la identidad. Es un recordatorio de cómo el campo, con su rudeza y su belleza, puede ser un crisol para el crecimiento personal y cómo, incluso en la más remota de las ubicaciones, las semillas de la diversidad pueden germinar y florecer. La conversación entre Virgi y Fernando, tan íntima como reveladora, nos invita a mirar hacia atrás, a nuestras propias infancias, y a reconocer los ecos que aún resuenan en nuestras vidas actuales.



El Suchal,
antigua casa de Virgi en su infancia.
La vida en el campo no era ajena a las tareas y responsabilidades. Fernando, un "chiquitito" que ordeñaba vacas, lidiaba con caballos y presenciaba la crudeza de la faena, contrasta sus labores con las de Virgi, una cocinera innata que aprendió el arte culinario de su abuela. Las descripciones vívidas de Virgi sobre las comidas que no le gustaban —la chanfaina con sangre cruda, la polenta dura y fría, las empanadas con pasas o "bazuca"— pintan un cuadro auténtico de las costumbres gastronómicas y, a la vez, de su propia personalidad que se rehusaba a aceptar todo sin cuestionar. Este espíritu independiente, que ya se vislumbraba en su infancia, se hace evidente cuando recuerda cómo corregía a su abuela Juana por su peculiar léxico, desafiando las normas establecidas con una mezcla de irreverencia y cariño.

           La transformación de Virgi. 

El río Castellanos
Pero más allá de las tareas y la comida, la infancia en el campo trajo consigo encuentros memorables con la naturaleza. Las tunas, con sus espinas y el doloroso "enjanamiento", son un recuerdo vívido y compartido. Ambos rememoran el miedo a las víboras, un peligro latente en ese entorno silvestre, que Virgi experimentó de primera mano con encuentros que la marcaron. Sin embargo, también había momentos de pura conexión, como la fascinación de Virgi por el río Castellanos, al que inicialmente temía por su bravura cuando crecía, pero en cuyas aguas encontraba un deleite casi místico, bebiéndolas y abriendo los ojos bajo la superficie como si buceara en otro mundo. Su abuela, sorprendida por su "mucha sed", se convirtió en cómplice de estas travesuras acuáticas. La disparidad en la percepción del agua de lluvia, considerada pura por la familia de Fernando y útil solo para regar por la de Virgi, resalta las sutiles diferencias culturales dentro de una misma geografía.

A medida que crecieron, ambos experimentaron un punto de inflexión. Virgi, alrededor de los diez u once años, dejó de querer el campo, los caballos y las tareas al aire libre para abrazar la vida hogareña. Su abuela, quien la llamaba "el gordo", la cuidaba y encontraba en ella una ayuda invaluable para las labores domésticas. El apoyo de su abuela la sostuvo. De manera similar, Fernando recuerda haber dejado de ir a pescar con su padre a esa misma edad, devolviendo los peces al río en un acto de incipiente conciencia. Esta evolución, como bien señala Fernando, es un testimonio de "cómo vamos cambiando, ¿no, Virg? Qué bárbaro. Cómo va como aflorando nuestra diversidad".


Virgi con su abuelo, 
Ramón Caldez. 
La conversación también revela la profunda conexión de Virgi con su abuela Juana Farfán, una figura central que la aceptó incondicionalmente, incluso con sus labios pintados con "ucles" de algarroba o su fascinación por barrer y cocinar. Los encuentros casuales y las coincidencias de la vida, como la historia del padre de Fernando y el "Alemán" de quien hablaban en la finca de Virgi, sirven para unir aún más sus historias, mostrando cómo sus caminos estaban entrelazados mucho antes de que se conocieran.



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